En la primer quincena de octubre se dieron a conocer los nombres de los ganadores del Premio Nobel 2008. El correspondiente al área de Química fue otorgado al japonés Osamu Shimomura, doctor en química, junto con dos estadounidenses, Martin Chalfie, doctor en neurobiología y Roger Y. Tsien doctor en Fisiología. A esos tres investigadores se les reconoció por haber descubierto, aislado y aplicado una proteína muy peculiar, conocida como la proteína verde fluorescente, GFP por sus siglas en inglés. La relevancia de ese trabajo se equipara con el que en su momento significó el descubrimiento del microscopio en el siglo XVII. La proteína GFP presenta la característica de observarse de color verde cuando recibe luz azul y ultravioleta. Puede iluminar, por ejemplo tumores cancerosos en crecimiento y mostrar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer en el cerebro o el crecimiento de bacterias patógenas. Y aún más importante, significa que los investigadores pueden seguir procesos dentro de las células individuales. El descubrimiento inició en Japón, después de la Segunda Guerra Mundial, evento que, junto con la devastación causada por la bomba atómica interrumpieron los estudios de Osamu Shimomura, nacido en 1928, quien finalmente consiguió titularse y en 1955 se encontraba como asistente del Dr. Hirata dentro de la Universidad de Nagoya. Ahí recibió el encargo de un proyecto que parecía imposible, encontrar qué producía el brillo de los restos de un molusco cuando se humedecían con agua. Alrededor de un año le tomó a Shimomura obtener el material causante del brillo, que resultó ser una proteína. El éxito anterior le permitió recibir una invitación y ser contratado por la Universidad de Princeton en Estados Unidos de Norteamérica. Como regalo de despedida el profesor Hirata consiguió que la Universidad de Nagoya le concediera el grado de doctor, algo extraordinario pues Shimomura no estaba inscrito como estudiante del doctorado. A principios de los 60 Shimomura publica, junto con Franck Johnson, el descubrimiento de una proteína presente en las medusas Aequorea Victoria, especie común en la costa oeste de Estados Unidos. Esos investigadores la llamaron proteína verde. La proteína contiene 238 aminoácidos que se doblan y producen una forma que se asemeja a una lata de cerveza. Los aminoácidos en las posiciones 65, 66 y 67 son los que absorben la luz ultravioleta y producen la fluorescencia verde tan característica. Martin Chalfie, nacido en 1947 en Chicago y profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, escuchó de la proteína fluorescente en 1988, durante un seminario. Este investigador trabajaba con nemátodos milimétricos, con la peculiaridad de ser transparentes. Su idea fue conectar el gen de la GFP para determinar dónde se producían diferentes proteínas, es decir, usarlo como un marcador genético luminoso para estudiar fenómenos biológicos. El último paso fue dado por Tsien, nacido en 1952 en Nueva York y profesor de la Universidad de California en San Diego. Su contribución consistió en ampliar los colores además del tiempo y la intensidad del brillo. Utilizando tecnologías de ADN sustituyó varios aminoácidos de la proteína y consiguió que emitiera luz en otras partes del espectro. Así, 46 años después de que Shimomura, actualmente profesor emérito de la Universidad de Boston, escribió acerca de la proteína verde ahora hay un caleidoscopio de proteínas que brillan con todos los colores del arco iris.
Nobel Química
Read Full Post »
informativofes.wordpress.com 